Todos nos hemos acostumbrado a escuchar que los virus de ARN evolucionan muy rápido. Por eso hablamos con total naturalidad de variantes y subvariantes. Sin embargo, nos cuesta hacernos a la idea de que, cuando contraemos la gripe o la covid-19, en realidad nuestro cuerpo contiene un número inimaginable de virus (que puede ser del orden de 10¹²) que suelen presentar diferencias en sus genomas. Dicho de otro modo: nunca nos infecta una sola variante o subvariante.
En el inmenso conjunto de virus que componen las poblaciones virales, de vez en cuando surge alguno que funciona mejor que el resto y que, gracias a la acción de la selección natural, aumentará su frecuencia. Sin embargo, la evolución no es algo determinista y no siempre lo mejor es lo que se acaba imponiendo. Eso sucede porque la evolución también está gobernada por el azar.
Lo que sí podemos hacer los científicos es buscar regularidades en el comportamiento de los virus, de modo que nos sea más fácil aventurar cómo van a cambiar. Una de las herramientas que utilizamos para ello es la evolución experimental o, lo que es lo mismo, reducir la complejidad del mundo real realizando ensayos en los que los virus se propagan en condiciones controladas en el laboratorio. De este modo, comparando el virus de partida con el resultante de su evolución en las condiciones analizadas, podemos aprender mucho sobre los factores que influyen en el proceso de su adaptación a los cambios ambientales.
https://theconversation.com/podemos-predecir-la-evolucion-de-los-virus-193404