La barrera hematoencefálica es el muro que protege y aísla al cerebro, impidiendo que desde la sangre entren sustancias; pero también obstruye el acceso de algunos medicamentos y terapias. En la enfermedad de Parkinson, un buen número de tratamientos sintomáticos logran que evolucione de forma controlada, pero se mantiene el reto de impactar sobre los mecanismos de esta enfermedad. Y ese es el gran objetivo de médicos y científicos del Centro Integral de Neurociencias AC HM CINAC Madrid. En los 500 metros cuadrados que conforman su sede, ubicada en el Hospital Universitario HM Puerta del Sur de Móstoles, hay una mezcla adecuada de neurólogos, físicos médicos, neurocirujanos, neuropsicólogos, técnicos de imagen e ingenieros, toda una rara avis en el panorama biosanitario español. De esta forma, es más mucho más fácil que las ideas lleguen a la investigación, con todos los modelos experimentales necesarios, y de ahí, al ensayo clínico. El cartel Stop Parkinson que reza en la entrada no es decorativo, sino la razón de este equipo multidisciplinar que dirige José A. Obeso.
Como explica el neurólogo, «la mayor parte de tratamientos que se contemplan para actuar sobre el proceso neurodegenerativo no atraviesan la barrera hematoencefálica o lo hacen en cantidades ínfimas. Si tomamos como ejemplo los anticuerpos que se están ensayando y se suministran por vía intravenosa, el cálculo más optimista es que llegan en un 1% al cerebro y de manera difusa. Lo idóneo es que podamos tratar al paciente en los primeros meses del diagnóstico. En ese estadio inicial se produce esencialmente una pérdida de las neuronas dopaminérgicas en una zona bien localizada de un hemisferio (porque empieza de manera asimétrica y en más del 90% de los casos afecta a las neuronas que controlan la extremidad superior). Así que contamos con una diana topográfica sobre la que poder actuar como primera línea terapéutica, de forma que los tratamientos no se expandan por todo el cerebro, sino solo en el punto donde se inicia la neurodegeneración».
Las aproximaciones previas para abrir la barrera hematoencefálica (como las basadas en soluciones hipertónicas o en el empleo de la vía intraventricular) no han resultado suficientemente específicas o dieron problemas de seguridad. Sin embargo, con los ultrasonidos de baja intensidad o LIFU se ha desarrollado una técnica poco invasiva que permite la apertura focalizada y reversible. De hecho, el LIFU se ha utilizado de forma preliminar en la enfermedad de Alzheimer y ciertos tumores cerebrales (glioblastoma multiforme), con resultados alentadores.