Karl Reinhold Ernst von Baer, un biólogo natural de lo que hoy es Estonia, considerado descubridor del óvulo (describió su existencia en Ovi Mammalium et Hominis genesi, 1827) y padre de la embriología, estaría encantado de saber que el conocimiento al respecto ha aumentado hoy con una nueva evidencia publicada en la revista Cell por científicos del Centro de Regulación Genómica de (CRG) de Barcelona: el ovocito (precursor inmaduro del óvulo) dispone en su interior de unas estructuras especiales dedicadas a capturar y retener agregados de proteínas, que son tóxicos para él; es decir, cuenta con un sistema propio de autolimpieza.
Los ovocitos tienen que vivir durante décadas (al menos medio siglo entre el nacimiento y la menopausia en el caso de la humana) sin sufrir daños que puedan comprometer el éxito de su futura fertilización. Se sabe que la fertilidad disminuye con la edad y que la mala calidad de los ovocitos es la principal causa por la que las mujeres tienen problemas para procrear. Cómo logran sobrevivir tanto tiempo en perfecto estado es el misterio que ahora ha sido desvelado.
Dentro de cada ovocito hay al menos unas 50 estructuras especiales formadas, con ayuda de una proteína llamada RUFY1 que actúa como pegamento, por vesículas de lisosomas individuales (organelos que tienen la función análoga al estómago; llevan a cabo la digestión celular), a las que llamaron Conjuntos Vesiculares EndoLisosomales o ELVA (por su acrónimo en inglés). Todas ellas deambulan o patrullan por el citoplasma capturando y reteniendo a los peligrosos agregados de proteínas para hacerlos inofensivos. «Las ELVA son como superorgánulos que se comportan como fluidos; como gotas de aceite en agua»