No hablamos del trabajo de investigación y desarrollo de las mismas, sino de su «simple» producción. Y es que, como señala Clive Blatchford, vicepresidente de Calidad de Vacunas de la compañía farmacéutica GSK, «lo que se fabrica hoy, con las previsiones a día de hoy, no estará disponible hasta dentro de dos años». Así de complejo es el proceso y de largo el plazo de producción.
Todo ello puede comprometer la capacidad de responder con celeridad a la variabilidad de la demanda. Eso fue lo que pasó con la vacuna de la meningitis B (Bexero, por su nombre comercial, fabricada por GSK), que en España no está financiada por la Sanidad pública: «Se generó una gran demanda por diferentes motivos en todo el mundo, pero tardamos 24 meses en prepararla», asegura Blatchford.
Pese a ello, las medidas puestas en marcha para hacer frente a esa demanda pasaron, por una parte, por ampliar la producción y acelerar, en la medida de lo posible, los procesos. «Hemos introducido mejoras para producir un poco más. Hemos reducido los tiempos y mejorado los volúmenes y el rendimiento de las plantas, pero no podemos comprometer los procesos. No podemos liberar vacunas que no sean seguras», continúa. Por otra, en no abrir nuevos mercados «para poder cubrir la demanda en los ya presentes», apunta Francesca Ceddia, vicepresidente de Asuntos Médicos Globales Vacunas de GSK. La creación de una nueva planta de fabricación en Alemania se espera alivie también la presión, si bien hasta finales de 2019, principios de 2020 no estará activa.
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